miércoles, 21 de enero de 2009

Finales de los años´80, en una casa en las afueras de una ciudad, vive una joven mujer. Su nombre es Elena. Es viuda, está sola y no puede olvidar a su esposo, su amor. Fijada en el pasado, se encierra en su casa; ahogada en el recuerdo, apenas de a ratos puede olvidar a su marido muerto. Elena toma pastillas para dormir, para no soñar con el ayer.
Una tarde un hombre llega a su casa, se llama Gregorio.
Este hombre viene a pedir un dinero que Nicolás, el marido muerto, le debe. Tiene una boleta firmada por Nicolás, una deuda legal. Gregorio quiere cobrar lo que se le debe, sí o sí. Está cansado, tiene deudas que pagar, todos le deben, nadie paga, y Elena tampoco tiene el dinero disponible.
Gregorio decide no soportar más las excusas de sus deudores y, viendo a esta mujer sola, toma valor e intenta obligarla a que le devuelva el dinero que se le debe. Esto provoca el enfurecimiento de Elena. Discuten, ella intenta echarlo, pero al mismo tiempo, casi sin darse cuenta, van creando un acercamiento, conversan, se cuentan cosas, intimidades. Ambos están solos, ambos necesitan compañía. Pero en sus conversaciones constantemente hay desacuerdos y competencias acerca de quién tiene la razón, quién tiene la última palabra.
De manera que vuelve a aparecer el conflicto, la deuda. Elena, indignada, no quiere pagarle. Gregorio se enoja, la enfrenta, se enfrentan, se pelean.
El duelo es una historia de amor de dos personas de clase y educación distintas, y esta diferencia es la clave de su comicidad. La deuda no puede saldarse porque inesperadamente aparece, cuando menos se la espera, una atracción desesperada. Tomamos la deuda como excusa, pero nos interesa hablar del amor.

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